A propósito del Fin del Mundo: “El Gran Chasco”


William Miller (1782-1849)

William Miller (1782-1849) nació en el seno de una familia metodista, pero luego se incorporó a grupos bautistas y estuvo fuertemente influenciado por las doctrinas filosóficas deístas.

La cuestión del “Fin del Mundo” o “Final de tiempos” ha sido una preocupación constante que atraviesa diversas sociedades, culturas religiosas y períodos históricos.

Las preguntas sobre cómo, cuándo, bajo qué formas y con qué consecuencias se producirá este proceso son algunos de los interrogantes que habitualmente emergen y visibilizan las lógicas que subyacen al interior de los dogmas religiosos.

En la escatología cristiana, en general, el momento del “Fin de los Tiempos” está indicado –entre otras cuestiones- por el retorno de Jesucristo a la Tierra, en su segunda venida, y el inicio del Juicio Final.

En la Iglesia Adventista del Séptimo Día, sin embargo, este interrogante no constituye un componente más, sino que vertebra el sistema de creencias (el segundo advenimiento de Cristo) y, a la vez, construye su propia historia como institución a partir de la resignificación de un hecho escatológico referido al esperado “Fin del Mundo”.

Hacia mediados de la década de 1830, y en el contexto de un profundo revival religioso, un pastor formado en la Iglesia Bautista, pero con fuertes influencias del deísmo, William Miller, anunció la profecía del fin del Mundo.

Según los primeros estudios desarrollados por el propio Miller, el segundo advenimiento de Cristo y el inicio del “Final de los Tiempos” se producirían entre marzo de 1843 y marzo de 1844. De acuerdo a sus interpretaciones (autodenominadas racionales y no proféticas) había señalado con cierta exactitud la fecha en la que se daría este acontecimiento, hecho que motivaría la formación de un movimiento religioso para dar a conocer este suceso y preparar a los fieles para el inminente Final y el Juicio Evaluador.

Su cálculo lo obtuvo a partir de un estudio minucioso del pasaje de Daniel 8:14 que menciona: “hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el Santuario será purificado”. Miller interpretó que el Santuario era la Tierra y que un día del tiempo profético equivalía a un año de tiempo real, comenzando a contar a partir del año 457 aC., año en el cual, según los estudios sobre las Sagradas Escrituras, se representaba “la salida del Orden para restaurar Jerusalén” por el decreto establecido por el Rey de Persia.

Pero además, en su exégesis aparecían otros indicios que le permitieron ajustar la precisión de la fecha: en el Apocalipsis, Juan menciona: “miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí que hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como la tela de silicio, y la Luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la Tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un viento fuerte” (Ap. 6: 12,13). El gran terremoto de Lisboa de 1755 que sacudió toda Europa, el eclipse de Sol de 19 de mayo de 1780 (conocido como “el día oscuro”) y la lluvia de estrellas ocurridas el 13 de noviembre de 1833, fueron las “señales” de que se acercaba ese final.

El mensaje de Miller trató de alertar a los creyentes de las diversas religiones acerca del hallazgo teológico que había realizado al estudiar algunas profecías bíblicas y establecer la creencia en el pronto retorno del Salvador que sirvió como idea constructora de una fe [proto] adventista.

Cartel de propaganda sobre el "Fin del Mundo"

Cartel de propaganda que circulaba durante la etapa millerita de la Iglesia y que trataba de exponer los vínculos entre los distintos componentes que llevaron a Miller a organizar su visión sobre el “Fin del Mundo”.

A partir de 1833 su actividad se volvió intensa. Se calcula que pronunció alrededor de 3200 sermones y posteriormente complementó su actividad con la publicación de su obra Evidencia Bíblica e histórica de que la Segunda Venida de Cristo se producirá hacia el año 1843 a modo de tesis donde se materializaba el descubrimiento teológico. Al igual que otros grupos protestantes, Miller y sus seguidores instalaban tiendas de campaña para la puesta en marcha de actividades en pos de la conversión y el reclutamiento de nuevos fieles, usando la figura del pastor itinerante, donde el propio pionero visitaba una y otra población rural tratando de dar a conocer el mensaje.

Así, en toda la década se fueron sumando una serie de figuras que luego conformarían el núcleo de los fundadores del movimiento adventista del Séptimo Día: Josias Litch (pastor de la Iglesia Episcopal Metodista), Charles Fitch (presbiteriano de Cleveland), Joshua Himes y Joseph Bates (Iglesia Cristiana), James White y su esposa Ellen Gould Harmon de White, quien posteriormente pasaría a tener un protagonismo central en el grupo religioso.

Lejos de pensar que se trataba de un movimiento homogéneo, había grandes divergencias y tensiones entre los miembros primitivos con respecto a diferentes cuestiones, incluida la fecha exacta de la Parusía. Sin embargo, juntos consolidaron la idea de prepararse para esperar el final, mientras las discusiones teológicas eran un hecho cada vez más frecuente.

Además, la fecha de octubre de 1844 se acercaba y paralelamente se incrementaba el número de fieles que adherían a las ideas escatológicas de Miller, en muchos de los casos dejando su vida mundana y preparándose para el Milenio; a tal punto que se sucedían la presencia de personas que tenían visiones y reinterpretaban los fenómenos, e inclusive ”había negociantes que cerraban sus almacenes, mecánicos que clausuraban sus talleres, obreros que abandonaban sus empleos, agricultores que dejaban en la tierra sus cosechas, y había un renunciamiento concreto a las cuestiones mundanas” (Dick, 1995).

Llegada la tarde del 22 de octubre de 1844, Miller y sus seguidores se reunieron a orar y esperar el final. Pasaron la noche en un campamento en las afueras de Low Hampton y amanecieron el 23 sin novedades.

Se había producido el “Gran Chasco” o la “Gran Desilusión”, suceso fundante de la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

El Apocalipsis de William Miller

El Apocalipsis de William Miller, imágenes de la prensa de la época posteriores al “Gran Chasco”.

Las consecuencias fueron inmediatas y diversas: el descrédito de Miller y la pérdida de poder dentro del grupo religioso, la emigración de fieles hacia otras confesiones y la resignificación del sistema de creencias y de los acontecimientos del cuarenta y cuatro.

A partir de la relectura de los hechos, que se conoce en el Adventismo como el “Juicio Investigador”, se establece que en realidad ese día (22/10/1844) se inicio en el Cielo el juicio que Cristo hará de cada una de las personas que alguna vez vivieron en la Tierra con el fin de establecer si vivirán o no definitivamente allí, que constituye el Santuario Celestial, de acuerdo a lo que establece el Libro de las Cartas a los Hebreos. Según esta lectura, el error de Miller no fue de interpretación de “tiempos” sino de “espacios”; el acontecimiento se dio entonces tal cual lo había pronosticado Miller, pero en el Cielo y no en la Tierra.

Esta reinterpretación del “Gran Chasco” se debe, según la creencia adventista, a las visiones proféticas que tiene uno de los fieles: Hiram Edson a partir de una experiencia mística que percibió cuando estaba orando mientras esperaba el Fin del Mundo. Posteriormente, sus elucidaciones, fueron ampliadas considerablemente a partir de las revelaciones y dones proféticos de Ellen White, legitimando una de las 28 creencias que conforman el dogma adventista bajo el nombre de la Doctrina del ministerio de Cristo en el Santuario Celestial.

Caricatura de William Miller.

Caricatura que ridiculizaba las visiones sobre el Fin del Mundo en la figura de Miller.

Por: Dr. Fabián C. Flores

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