El negro Manuel: un curandero yoruba 6


Representación de la ermita en la estancia de Rosendo, grabado de Víctor Davobe.

En el proceso de invención de las devociones en general, y de las marianas en particular, la figura de los “mediadores” ocupa un lugar central. Signadas por tópicos particulares como la pertenencia a algún rasgo de subalternidad (mujeres, niños, negros, pobres, indígenas, etc.) estos sujetos son claves en la construcción del relato legitimador del mito.

Más allá del suceso desencadenante del llamado “milagro de la carreta” que diera origen a una de las devociones marianas más importantes de la Argentina (Nuestra Señora de Luján) emerge la figura de un interlocutor primordial en la construcción del relato y su posterior legitimación: el denominado “negro Manuel”. Fundamental en la medida en que este personaje opera como protagonista originario en tiempos en donde la devoción aún no había alcanzado consolidarse como una de las más importantes del catolicismo latinoamericano y cuya presencia como “esclavo de la Virgen”, como él se hacía llamar, acompañó durante más de cuarenta años, la imagen de la Pura y Limpia Concepción.

Dibujo del negro Manuel con la imagen de la Virgen representada con el manto azul y blanco y la medialuna. Curiosamente este agregado data de principios de siglo XX, siglos después de que Manuel había muerto.

Manuel Costa de los Ríos, habría nacido en el año 1604, en la Costa de los Ríos, Cabo Verde, colonia portuguesa en ese entonces. Poco se sabe de su infancia, sólo que su lengua materna y su grupo religioso fue el yoruba, quienes adoraban a Olodumare, como dios supremo. Muchas de sus costumbres religiosas seguramente influenciaron su estadía en la ribera del Río Luján, por las prácticas y los conocimientos medicinales aprehendidos en el seno de esta comunidad religiosa.

Casi al cumplir veinte años, Manuel fue encarcelado por mercaderes portugueses y embarcado desde África hacia el principal centro de operaciones portuguesas que referían a la esclavitud: Pernambuco. Allí, fue comprado por el capitán y contrabandista del patache San Andrés, Andrea Juan en 1629, para embarcarse con la tripulación de éste, con destino a Buenos Aires.

En varias de las fuentes y crónicas de la época se reflejan sus “milagrosas” curaciones y construyen una imagen del mulato que lo vinculan más a un “otro” religioso que poco tenía que ver con el catolicismo que debía prometer a la imagen protegida.

Actual geosímbolo dónde se emplazó la ermita de la estancia de Rosendo, en la localidad de Zelaya, partido de Pilar.

Ya instalados en la estancia de Rosendo y una vez que se construye la primera ermita para alojar a la Virgen, no dejan de sucederse las prácticas y rituales que develan su/s identidad/es religiosas.

De paredes de adobe y techo de paja, y a la vera del camino del contrabando, esta singular ermita comenzaba a ser célebre por las curaciones que allí se efectuaban. Los altares a las imágenes cristianas, tenían mucho en común con las tradiciones yoruba, y en la ermita de Rosendo, nunca faltaba el aseo el altar a la Inmaculada Concepción.

Durante años, Manuel fue un fiel servidor a la imagen de la Virgen, combinando una sus sistemas identitarios cristianos y yoruba.

A modo de ejemplo, es interesante mencionar que el propio negro Manuel, con cera oblada y restos de los cirios encendidos, fabricaba velas de color negro, convirtiendo una verdadera actividad artesanal, para el sustento propio y de la ermita que tenía a su cargo.

En 1637, el Obispo de Buenos Aires instalaba un Curato en la ermita de barro donde la Inmaculada Concepción era venerada. Pero el hecho duró muy poco. La Iglesia Católica no podía permitir que en esa estancia, un esclavo africano con prácticas religiosas heterodoxas sea el propagador de la nueva devoción. Es que con el paso de los tiempos, Manuel fue amasando una fama de milagrero, producto de la mixtura de su cosmovisión religiosas con la cristiana.

A partir de entonces, empezaría una nueva historia: la de la invisibilización de estas bases previas y la construcción de la “catolicidad” de Manuel como el personaje central del relato mariano de Nuestra Señora de Luján.

Por: Dr. Fabián Flores y Lic. Federico Suárez

Federico Suárez es Licenciado en Ciencias de la Educación. Autor de «Huellas de barro. La vida del cacique Calelián» y «Sombras en la niebla: el malón de 1780».


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

6 ideas sobre “El negro Manuel: un curandero yoruba